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Líder sin Visión
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Hijo de Tigre... Gatito

Jul 03, 2024
Virtuosum
Hijo de Tigre... Gatito
8:05
 

 

 

 

¡HOLA! Bienvenido a mi blog. Te saluda Alfredo Esponda y te doy la más cordial bienvenida. Te ofrezco una reflexión sobre un tipo de liderazgo que, espero, te sea muy útil.

 

A lo largo de los años he observado que hay algunos líderes fuertes que llevan la fuerza de su carácter más allá de los límites deseables. Para su propia desgracia, no están conscientes de las consecuencias de sus actos.

 

Es el tipo de maestro cuyo mayor orgullo es el número de reprobados que cosecha, y todavía celebra, “los aplasté”. Tuve uno que era así, impartía la materia de teoría económica. Lo recuerdo indeleblemente, pero no apuntaré su nombre. Al final del curso, todos nos reservamos para el examen extraordinario. Mandamos al primero, era el que más sabía, según nosotros. Lo reprobó. El miedo cundió entre todos. Pedimos el segundo extraordinario.

 

Pasó diciembre y llegó el día, en enero. ¡Oh, sorpresa!, el maestro no había regresado de sus vacaciones. El examen lo hizo el jefe de la materia, el autor del libro, el gran Francisco Zamora. Allí todo cambió, fue conversacional y de profundidad. Aprobamos la mayoría.

 

En una Asociación de empresarios, que tampoco mencionaré, había una directora terrorífica, todo el mundo andaba derechito. Los resultados eran todos de éxito, manejaba las relaciones públicas muy exitosamente. La asociación cambiaba de presidente cada dos años, pero “la señora” conseguía seguir como siempre. El mismo presidente de la Asociación no se atrevía a cuestionarla y la ratificaba sin chistar.  El mensajero era un señor apacible, pero cumplidor. Una vez entró a la Dirección General y desde afuera se escuchó el griterío de “la señora”. Saliendo, el mensajero preguntó en voz alta “¿qué me dijo?”. Había desarrollado oídos sordos.

 

Un gran director, de esos que salen en los periódicos, daba conferencias y recibía reconocimientos. Todo, alabanzas para el gran hombre. Hacía viajes a China y Singapur para traer nuevos negocios. Su empresa crecía con gran dinamismo. Sus discursos frente a sus empleados eran sentenciadores, los animaba al crecimiento y a “labrar su futuro con dedicación incansable”, pero sus empleados le tenían un miedo profundo.

 

La gran consecuencia la tuvo en su casa. Sus hijos, también se morían de miedo cuando llegaba papá. Muy educados, siempre respetuosos y acomedidos, lo que pidiera se le atendía de inmediato, tanto ellos como la mamá. Ese gran hombre que ansiaba más que nada en el mundo tener hijos con fuerte personalidad para hacerse cargo de sus negocios, resultó que obtuvo hijos sumisos, obedientes y temblorosos. Eran gatitos. Los negocios decayeron al tomarlos sus hijos.

 

Mario Benedetti escribió un cuento que leí hace muchos años y me impactó, se llama “Oyendo a Mozart”. Se trata de un torturador experto en todo tipo de herramientas para hacer confesar a los ciudadanos adversos a la dictadura en Uruguay. Día tras día se esmeraba en triturar huesos y exprimir músculos hasta lograr confesiones, hasta de delitos no cometidos. Fue así como llegó a casa un día muy cansado, se sirvió un whisky y se dispuso a escuchar su sinfonía favorita de Mozart. Al rato, su hijito de cuatro años se puso a jugar y hacer un ruido ensordecedor. El tipo no aguantó, se levantó de su asiento y cogió al niño por el pescuezo gritándole “cállate hijoeputa, que te calles”, al mismo tiempo le apretaba tan fuerte que su hijo se asfixió y murió entre sus brazos.

 

La gran pregunta: ¿conoces a líderes así? ¿te ha tocado sufrirlos en un ambiente de admiración? ¿Verdad que son brillantes? Todos los admiran. Se destacan por sus resultados. Son los líderes que no sufren úlceras, pero sí las provocan. Ellos se llevan todas las medallas, pero hay que ver la clase de subordinados que tienen, cuando se jubilan no encuentran sucesor.

 

Recuerdo a un director que me dijo: “ofrézcame un curso de motivación para ver si así reacciona esta bola de burros, los tengo que arrastrar para que trabajen”. Imposible trabajar para un líder así.

Con estos pensamientos estaba cuando me apareció un gran libro “Multiplicadores” de Liz Wiseman de editorial Conecta. Después de una ardua investigación con una gran cantidad de líderes plantea que hay dos clases de líderes: multiplicadores y reductores.

 

En consecuencia, me encontré con el hecho de que muchos de mis conocidos caen en esta dicotomía. En esta ocasión te mencioné casos de gentes con poder que se orientan a reducir la capacidad de las personas a quienes lideran. En un próximo artículo te comentaré a los otros: los multiplicadores.

 

Liz Wiseman tacha de tiranos a esta clase de líder y los define así: “Un tirano crea un ambiente tenso que suprime el intelecto y las capacidades de la gente. En consecuencia, la gente se retrae, solo aporta ideas seguras con las que el líder estará de acuerdo y trabajará cautelosamente”.

 

Lo vimos en 2019 cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió cancelar el aeropuerto de Texcoco, el técnico responsable del asunto, Ing. Javier Jiménez Spriú prefirió renunciar. Cuando el auditor Agustín Caso Raphael expuso que esa cancelación tendría un costo de $280,000 millones y no de $100,000 como se decía, lo despidieron de inmediato en la Auditoría Superior de la Federación. Lo mismo pasó con el secretario de Hacienda que no estuvo de acuerdo con los manejos del dinero público, el economista Carlos Urzúa prefirió renunciar.

 

Como consecuencia, el presidente solía quejarse en sus conferencias “me siento que estoy empujando un elefante reumático” Claro, Liz estaría completamente de acuerdo con él. Esa es una consecuencia del estilo aplicado. Por ello fue una gran idea cogobernar con los militares. Así, ¿quién se resiste?

 

No vayamos más lejos, me limito a recomendar con entusiasmo esta lectura. Apreciaré que reflexiones acerca de este tema: ¿Conoces líderes reductores? ¿Te ha tocado sufrirlos? ¿Qué has hecho: te acomodaste a su estilo o renunciaste? No desprecies la importancia del aprendizaje.

 


¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!

 

JOSEPH JOUBERT: Es mejor debatir una decisión sin llegar a un acuerdo que determinar una decisión sin debatirla.

 

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